Hoy en día, cada vez más se apuesta por el desarrollo de programas institucionales para «cuidar al cuidador» a través de propuestas. Entre estas propuestas se encuentran:
- La aceptación de reacciones de agotamiento como frecuentes e incluso y previsibles en un cuidador. Entender que son reacciones normales ante una situación «límite», pero que necesitan apoyo y se debe de buscar.
- No olvidarse de uno mismo, poniéndose siempre en segundo lugar. El «autosacrificio total» no tiene ningún sentido siendo más perjudicial que otra cosa.
- No temer acudir a un profesional (psiquiatra o psicólogo) y a grupos de auto-ayuda de asociaciones de afectados por la enfermedad del paciente que cuida, resultan ser muy eficaces.
- Aprender técnicas de relajación psicofísica, visualización distractiva, Yoga, pilates…
- Solicitar formación e información adecuada sobre aspectos médicos de la enfermedad (evolución futura, previsión de complicaciones, medicación, tratamiento, consejos…) y conocimientos para enfrentar los problemas derivados tales como nutrición, higiene, adaptación del hogar, movilizaciones del paciente, etc. Todo ello incrementa el sentimiento de control y de eficacia personal, aumentando su autoestima.
- Pedir ayuda personal al detectar estos signos, no ocultarlos por miedo a asumir ni tampoco por culpa de no ser un buen cuidador.
- Marcarse objetivos reales, a corto plazo y factibles en las tareas del cuidar. No mantener expectativas irreales ni tampoco ideas omnipotentes sobre uno.
- Ser capaz de delegar tareas en otros familiares o personal contratado. Nadie es imprescindible.
- Mantenerse automotivado a largo plazo, felicitándose a sí mismo por todo lo bueno que va haciendo y auto reforzarse en los éxitos.
- No fijarse sólo en las deficiencias y fallos que se tengan.
- Cuidar especialmente los propios descansos y la propia alimentación: dormir y descansar las horas suficientes y mantener una dieta adecuada.
- Tomarse también cada día una hora para realizar los asuntos propios. Asimismo permitirse un merecido descanso diario o semanal, fuera del contacto directo con el enfermo y todo lo relacionado con ello.
- Si se puede, realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.
- Evitar el aislamiento, obligarse a mantener el contacto con amigos y otros familiares. Salir de la casa con otras personas, y mantener una esfera social activa. Los vínculos afectivos cálidos amortiguan el estrés.
- Saber poner límite a las demandas excesivas del paciente; hay que saber decir NO, sin sentirse culpable por ello. Mayor asertividad.
- Expresar abiertamente a otros las frustraciones, temores o propios resentimientos, es un escape emocional siempre beneficioso.
- Planificar las actividades de la semana y del día. Establecer prioridades de tareas, diferenciando lo urgente de lo importante. Decidir qué cosas no va a poder realizarlas con bastante probabilidad. La falta de tiempo es una de las primeras causas de agobio.
- Promocionar y mantener la independencia del paciente. No debe realizar el cuidador lo que el enfermo pueda hacer por sí mismo, aunque lo haga lento o mal.
- Usar centros de día, residencias de respiro temporal, o personal contratado de asistencia domiciliaria.
La personalidad influye de manera crucial en el modo de afrontar la enfermedad, vivir al día sin adelantar los posibles problemas de futuro es una estrategia muy utilizada, al igual que un profundo replanteamiento vital.
No se puede olvidar de uno mismo para poder continuar atendiendo a la persona con garantías es necesario que el cuidador se cuide y trate de no olvidar que tiene una vida que en el futuro recuperará en su totalidad.
Este artículo está basado en la tesina realizada por Eva Pilar López García para el Máster Sanitario en la Práctica Clínica realizado en Formación Alcalá.